
Es una de las mejores películas de la historia, pero tiene tantos fallos que ni siquiera recuerda los nombres y las edades de los protagonistas

«Nos han convertido en imbéciles emocionales y estéticos cuando nos oímos tarareando estas canciones buenazas y enfermizas». Si os preguntáramos a qué película se refería esta crítica jamás lo adivinaríais: se trata de Sonrisas y lágrimas, una película que ahora es un clásico inapelable pero 1965 recibió el varapalo crítico casi unánime. Al público no le importó demasiado: fue el número uno de taquilla en Estados Unidos durante treinta semanas (ojo) y, ya de paso, se llevó cinco Óscars (incluyendo mejor película) de los diez a los que estaba nominada. Menos mal que éramos imbéciles emocionales, ¿no?
Don es trato de barón
Lo cierto es que Sonrisas y lágrimas venía de un musical de 1959 que a su vez adaptaba la autobiografía de María Von Trapp, The story of the Trapp family singers. Algunos detalles de las localizaciones se cambiaron para hacer el musical más coherente y dramático, y porque, francamente, ¿a quién le iba a importar la realidad a estas alturas? Spoiler: a mucha gente, como descubrieron ellos mismos años después.
Y es que, como pasó también en la gran pantalla, los Von Trapp, escapando de los nazis, tuvieron que volar lejos de Austria hacia Suiza, cruzando los Alpes. Todo un drama… que no fue real. Lo cierto es que la familia simplemente se montó en un tren a Italia y todo lo demás fue añadido para dar dramatismo entre canciones. Además, el musical cambió nombres y edades de los niños, ignoró los tres que la pareja tuvi después y, ya puestos, que su matrimonio tuvo lugar diez años antes de la invasión nazi.

Es habitual que los musicales cambien cosas para hacerlos más cercanos (¿qué pensaría Víctor Hugo de Los miserables?) pero al tratar de una historia real… da cierta impresión. Sin embargo, eso no ha impedido que Sonrisas y lágrimas haya pasado a la historia como una obra maestra. Con o sin imbecilidad emocional.